Del mapunzugun Txankura, lugar donde ruedan piedras. Se caracteriza por su biodiversidad, cultura y extraordinarias vistas a montañas y volcanes. Es cuna del Lof Txankura, territorio ancestral, que se consolida hace aproximadamente 200 años por el linaje Kir, del logko Koñuekir y su hermano Kintrekir. Ambos dejaron el linaje que se ha esparcido por el territorio, invitando a sus visitantes a conocer la espiritualidad ancestral de cada espacio del valle a través de sus cocinas, huertas y saberes ancestrales.
Trancura, del mapunzugun Txankura (piedras caídas), es un territorio cordillerano resultado de efectos combinados de fenómenos erosivos y acumulativos de origen glacial, con desarrollo de profundos valles en “U” de bordes escarpados, la mayoría controlados por zonas de fracturas que encauzaron a los glaciares cuaternarios en sentido Sur-Norte, Este-Oeste y Norte-Sur. Es cuna del Lof Txankura, territorio ancestral, que se consolida hace más de 7 generaciones por el linaje Kir, del logko Nawelkir, Koñuwekir, Yankakir y su hermano Kintrekir. Koñuwekir y Kintxekir dejaron el linaje que se ha esparcido por el territorio, que cuenta con características únicas, a nivel cultural y ambiental. Sus habitantes no sólo protegen y cuidan su espacio, sino que también son conscientes del resguardo de sus espacios sagrados. Hoy es uno de los valles más consolidado en turismo de intereses especiales, donde las mujeres en su mayoría han emprendido en temáticas de gastronomía, cultura y alojamientos al interior de las comunidades.